Milan Kundera Literatura

Kundera y el provincianismo literario, una columna de Luis Eduardo García

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He escrito sobre este tema varias veces, pero me gustaría enfatizarlo a raíz de la lectura del libro El telón. Ensayo en siete partes de Milan Kundera.1

Creo que el provincianismo y su mayor manifestación ―la estrechez de miras― son males que corroen a la literatura en general, pero tratándose de un país desarticulado y plural como el nuestro, con literaturas orales y escritas, antiguas y modernas, autóctonas y occidentales, el tema cobra capital importancia.

Kundera define al provincianismo como «la incapacidad (o el rechazo) a considerar su cultura en el gran contexto«. El gran contexto sería para nuestro tiempo la cultura universal y lo global que, para bien o para mal, ha reconfigurado los conceptos de centro y periferia.

El provincianismo literario sería una ideología, aunque también un estado de ánimo y una postura personal. El novelista checo estudia los casos de los países del centro de Europa, sin embargo su análisis se puede extrapolar a lo que ocurre en Latinoamérica y el Perú.

Hay dos tipos de provincianismo, según Kundera: el de las naciones grandes y el de las pequeñas. Las primeras «se resisten a la idea goetheana de literatura mundial porque su propia literatura les parece tan rica que no tienen que interesarse por lo que se escribe en otros lugares».

En el caso de las segundas, las pequeñas, «se muestran reticentes al gran contexto por razones precisamente inversas: tienen la cultura mundial en alta estima, pero les parece ajena, como un cielo lejano, inaccesible, por encima de sus cabezas, una realidad ideal con la que literatura tiene poco ver. La nación pequeña ha inculcado a su escritor la convicción de que él sólo le pertenece a ella».

Pero esta división puede también analizarse desde el marco de lo nacional. En principio, la soberbia de no mirar más allá de nuestras fronteras no iría con nosotros, un país más bien apocado o dañado en su autoestima. Lo peligroso, en todo caso, es lo segundo:  ver la literatura y la cultura globales como lejanas y difíciles de alcanzar. Es lo que Mircea Cărtărescu llama «el diablo de la provincia», que no es otra cosa que una estrechez de miras o una vocación por la gloria fugaz y local. Como escribí en otro artículo, el riesgo de mirar el mundo de manera estrecha y provinciana es que puede darnos una idea equivocada de lo que valemos.

La literatura, aquí y en todas partes, es apreciada por sus valores estéticos y culturales y por su esfuerzo en elevar a una categoría estética superior lo cotidiano, lo local y lo simple a través del lenguaje y el sentido de la existencia. O, también, por tomar lo mejor de lo global para enriquecer una literatura nacida en un contexto definido, popular o provinciano. Esos valores que hacen grande a una literatura son percibidos mal o de manera distorsionada, dice Kundera, «desde el punto de vista del pequeño contexto«.

Vivimos en un mundo interconectado y globalizado y, pese a esto, se defiende la idea de que lo local es lo único auténtico o lo que único que posee valor. La importancia de una literatura se define, como dije antes, por sus valores estéticos y culturales, así como por su capacidad para darle sentido a la condición humana venga de donde venga: de lo local, de lo folclórico, de lo provinciano o de lo aldeano.

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SOBRE EL RASTRO no se solidariza con las opiniones de nuestros columnistas

  1. Publicado en el suplemento Enfoque del diario La Industria de Trujillo, 14 de agosto del 2019 ↩︎
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