Queman a supuesto delincuente en Trujillo: salvajismo ciudadano frente a la barbarie criminal [OPINIÓN]

En la naturaleza del hombre, como animal, está su instinto de defensa. Su capacidad para conocer y comprender las cosas del mundo le permitieron plantearse mecanismos para domar ese salvajismo que nos domina y nos condena. Sin embargo, aun con los sistemas de control creados para buscar justicia sin perturbar la paz colectiva, siempre reaparece nuestra condición primitiva frente a la barbarie que vivimos. Lo que acaba de suceder en Trujillo lo pone de manifiesto.

Según testigos, la tarde del martes 18 de junio del 2024, un grupo de delincuentes en moto intentó atracar en un taller de mecánica. Hartos de la delincuencia, los mecánicos salieron del negocio dispuestos a tomar venganza por sus propias manos. Atraparon a uno, lo atacaron con piedras del tamaño de una pelota deforme, le partieron la cabeza, y no contentos con eso le prendieron fuego a su moto y también al supuesto delincuente llamado Joel Sánchez Bracamonte (23). Lo quemaron vivo, pero sobrevivió.

Todo ocurrió cerca de la Av. Miraflores, a cinco minutos en auto del centro histórico de la ciudad. Dos días atrás, cerca de donde fue quemado el hombre, un sicario había entrado a un restaurante y mató a un joven que tomaba desayuno junto a su familia por el Día de Padre. El homicidio se cometió justo a espaldas del cuartel del Ejército del Perú. Para la ley, ambos casos son el primero un homicidio y el segundo una tentativa de homicidio, más allá de si la víctima intentó cometer un robo. Sin embargo, vale preguntarse si es posible hablar de un derecho colectivo a la defensa?.

La venganza colectiva fuera de los márgenes de la ley no se debe permitir bajo ninguna circunstancia, pero es perfectamente comprensible y teóricamente razonable en una ciudad impune, con un aparato atrofiado e inútil que no nos defiende de los delincuentes. «El hombre es el lobo del hombre», dijo Thomas Hobbes para explicar su idea sobre la maldad y venganza como condición natural del hombre. «En las venganzas (es decir, en la devolución del mal por mal) los hombres no consideren la magnitud del mal pasado, sino la grandeza del bien venidero»1.

Y la única forma de alcanzar la justicia es través del respeto de los pactos alcanzados por los hombres. El más importante es esta cesión de libertad que la masa ciudadana le hace al Estado (el Leviatán) para otorgarle el poder, la licencia y la legitimidad de coger las armas y reprimir a quienes rompan el pacto de no agresión. Posiblemente, esta es la única forma de atenuar el instinto salvaje de venganza que nos corroe.

Pero, ¿qué sucede cuando el Estado es incapaz de hacer respetar ese poder que se le otorgó? Es también una forma de romper el pacto. Y, entonces, es comprensible (mas no aceptable y menos elogiable) que un grupo de personas hartas de los delincuentes, liberen su instituto natural para aplicar una defensa colectiva al margen del pacto, es decir, de la ley.

Ya lo dije: teóricamente es razonable. Si un grupo de sujetos no cumple el pacto, es decir, comente una injusticia, el Estado debe castigarlos. Y si el Estado es incapaz de juzgarlos, entonces qué queda. Para muchos, que sienten la impotencia de la barbarie que vivimos, la respuesta es el fuego contra los sicarios que matan todos los días, contra los violadores y contra los ladrones que disparan sin miramientos por un celular. ¿Qué queda?

Entonces, el Estado (la policía y todo el sistema de justicia) debe hacer respetar el pacto, es responsable de ello. De no hacerlo con eficiencia, como sucede en estos tiempos, más delincuentes serán quemados vivos, con el altísimo riesgo de que el colectivo furioso cometa un error irrepable, cegado por la ira y azuzado por las voces acusadoras que no tienen certeza sobre el prontuario de los sindicados.

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SOBRE EL RASTRO no se solidariza con las opiniones de nuestros columnistas

  1. Esta cita se encuentra en la página 125 del Leiviatán de Thomas Hobbes, en la edición del 2005 del Fondo de Cultura Económica. Este libro se publicó por primera vez en 1651. ↩︎