Estatua de César Acuña con César Vallejo

En la UCV hay un César más brillante que César Vallejo [OPINIÓN]

Un César Acuña Peralta dorado brilla en el campus de la Universidad César Vallejo (UCV). La sede de Trujillo, la primera que abrió, allá a principios de los 90, tiene ahora un pequeño altillo solo para él, su excelentísimo rector fundador honorario vitalicio honoris causa brillante.

Tengo la sospecha que en los 90 se le cruzó por la cabeza que esta casa de estudios se llame «Universidad Privada César Acuña». No tengo pruebas. Pero lo cierto es que 32 años después de su fundación, en la UCV, el poeta César Abraham Vallejo Mendoza, el cholo eterno, el santiaguino que brilló, está cada vez más opaco en la universidad que lleva su nombre (sin su permiso).

Ya saben la historia de la pintura de Picasso que Acuña usó como logo sin autorización de los herederos del pintor español y que le valió una millonaria demanda. Convirtió ese impasse en una oportunidad en los 2000 cuando cambió radicalmente la imagen corporativa de la UCV. El rostro de César Vallejo se borró de la universidad y se cambió por un logo rojo y azul, con los colores de su partido político Alianza para el Progreso. Vallejo empezaba a desaparecer.

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En todas las oficinas de la UCV –o en casi todas– hay un retrato de César Acuña Peralta, sonriente, triunfante. En todas las oficinas de la UCV –o en casi todas– el poeta de Trilce es una ausencia silente, que a nadie extraña ni perturba. Hay un César más importante al que rendir pleitesía. Hay un César más brillante que César Vallejo.

En los materiales publicitarios que entrega la universidad es más probable que aparezca el rostro del hasta ahora frustrado presidente del Perú que el de César Vallejo. En la UCV, es más posible escuchar alguna frase célebre de Acuña que algún verso puntiagudo de Vallejo. Quizá lo último que queda del poeta, ensayista, periodista y revolucionario intelectual es la Cátedra Vallejo, el curso que todos los estudiantes de la universidad llevan en el segundo ciclo.

Y ahora develan una estatua dorada de César Acuña, con motivo de los 32 años de esta casa de estudios. Lo hacen a sabiendas de que Acuña es el personaje que más ha dañado la imagen de la UCV en la última década. Acuña ha salpicado a su universidad con los lodos de la política a la que él decidió meterse por cuenta propia y también con sus deméritos académicos y sus amplias conceptualizaciones sobre química y la felicidad.

Ha salpicado a su universidad también con millonarias multas impuestas por la Sunedu, al detectarse que los fondos de la UCV se usaron para festejar su cumpleaños y para financiar otros gastos innecesarios, apartados de los fines educativos, como manda la Ley Universitaria 30220. Dicho sea de paso, ¿esta estatua se mando a hacer con fondos de la UCV o salió del bolsillo de Acuña? ¡Alerta, Sunedu!

En la UCV, Vallejo es casi una sombra oscurecida por la presencia gigantesca y apabullante del otro César. Vallejo no tiene una estatua resplandenciente; tampoco la necesita, menos en una universidad que bien podría dejar de llevar su nombre para cederle el disgusto a su excelentísimo rector fundador honorario vitalicio honoris causa brillante.

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