Jorge Eslava en la Feria del Libro de La Libertad Trujillo Literatura Sobre el Rastro

Jorge Eslava: «La literatura peruana actual todavía no se atreve a crecer en términos de conciencia cívica»

El escritor Jorge Eslava Calvo (Lima, 1953) estuvo en Trujillo en la Feria Internacional del Libro de La Libertad. Ahí presentó La candela toda (Altazor, 2023), novela corta que fue finalista en el XI Premio Altazor de Novela Infantil del año pasado. Con las ilustraciones de Edwin Flores, el escritor y docente narra la historia de un padre y un hijo que viajan a Madre de Dios y ahí descubren las atrocidades que se comenten a diario en la selva, pero el viaje también es una excusa para que ambos se conozcan y reconstruyan su relación. Tras su presentación, dialogamos con él sobre este trabajo, pero también sobre la situación de la literatura peruana, de su oficio de escritor, de autores como Enrique Congrains y, del papel que jugó la crónica periodística en su desarrollo como narrador. Esta es la entrevista que sucedió el domingo 21 de abril sobre una banca de la Plaza de Armas de Trujillo.

-¿Qué encontrará el lector en tu último libro “La candela Toda”?

Muchas gracias por esta conversación. Es una novela breve, para niños. Yo estimo que para chicos de 9, 10 y 11 años. Es un viaje que realiza un padre y un hijo, un viaje hacia una realidad que ellos desconocen, y se van a encontrar con algunos de los problemas y las llagas de nuestra realidad: la deforestación, la minería ilegal, el desplazamiento de las comunidades nativas. 

Jorge Eslava en la Feria del Libro de La Libertad Trujillo Literatura Sobre el Rastro
Fotografía tomada del momento de la entrevista a Jorge Eslava, en la plaza de armas de Trujillo (Foto: Guillermo Salvador Saldarriaga)

El problema de la prostitución infantil no lo he tocado en esta novela, pero yo fui en pos de ese tema. Estoy investigando sobre prostitución infantil para una novela que seguramente va a ser dura y muy incómoda para nuestra sociedad. Estando en Madre de Dios y ante la imposibilidad de llegar a La Pampa –que es el lugar central de la minería ilegal– terminé en un albergue de animales de paso. Tenía ese adjetivo, porque es un lugar donde se rescata animales en malas condiciones, heridos o domesticados, y que necesitan ser reivindicados a su entorno. En este lugar los curan, los tratan y los reinsertan a la selva. Este viaje no solo les permite a los personajes conocer ese lugar desconocido, sino también que ese padre y ese hijo se conozcan entre ellos. Es un viaje de ida, pero también de regreso hacia el interior humano. 

-Esa es otra de las grandes grietas en el Perú: las relaciones rotas entre los padres y los hijos.

Como en todo diagnóstico, hay una sintomatología, pero también hay causas. Y una de las causas centrales de este desquiciamiento que vivimos como sociedad se debe a la orfandad. No sabemos cómo ha nacido bien esa sociedad. No terminamos por reconocer a un padre: es un padre invasor o es un padre ancestro. Yo creo que la orfandad es un problema serísimo en el país  y se agrava con la ausencia de autoridades dignas de respeto. 

No hay padres de la patria

Claro. Tenemos un Poder Legislativo en cuyos representantes no nos sentimos representados. 

Por allí dicen que los peruanos somos huérfanos

Exactamente. Cuando Dina Boluarte  dijo que Acuña era el padre de La Libertad y ella la madre del Perú, muchos levantaron el grito diciendo que preferían la orfandad. 

No podemos crecer si no conocemos las raíces de las que nacemos. Eso lo señala casi textualmente Juan Rulfo en Pedro Páramo, esta novela en la que el personaje protagónico va a Comala para buscar al padre, porque necesita de esa raíz.  

Has viajado hasta La Pampa para sentir esta realidad tan dura. ¿Crees que es obligatorio que el escritor viaje hacia el espacio que piensa llevar a su literatura?

No llegué a La Pampa. Ningún taxi, ninguna movilidad me quiso llevar. 

Pero estuviste en la zona, cerca. 

Estuve cerca, me dieron algunos contactos de gente que iba y venía, pero temían llevar a un forastero que resultase potencialmente peligroso, como un periodista por ejemplo. Sí tengo la costumbre, en la medida de lo posible, de estar en el lugar donde voy a desenvolver la historia, porque un lugar no solamente está constituido por sus monumentos, sus plazas, sino por su gente, su manera de hablar, su manera de relacionarse. Hay una atmósfera en el ambiente que es preciso absorber, cuando uno quiere hacer una novela con responsabilidad, porque la primera condición es que tu lector se sienta inserto, imbuido, impregnado en ese clima tanto meteorológico como clima humano. 

Por eso me parece imprescindible estar en el lugar. Y no solo eso. Si voy a hablar de la trata de personas, veo películas, leo textos de ficción  y no ficción, informes, reportes de las ONG, leo todo sobre lo que voy a escribir por un asunto de honestidad personal, pero también porque te puedes topar con un lector que descubre una grieta y eso puede hacer que uno tome desconfianza con la novela. 

-En tu disertación, hablaste de literatura responsable, de un escritor responsable. Eso en la literatura para adultos es indiscutible. ¿En la literatura para niños el compromiso es aún mayor? 

Yo no sé si es mayor o menor, pero es un compromiso que existe y que  desafortunadamente muchas escritoras y escritores para niños lo han deslucido. Lo han rebajado a lo siguiente: yo hago literatura para niños; me convierto en un niño. Y eso me parece una enorme mentira, porque cuando yo me siento a escribir soy este adulto de 70 años con una experiencia de lectura, con una experiencia de vida, con un vocabulario determinado. Y ese papel que tengo al frente lo tengo lleno de palabras y debo depurarlo para simplificar el lenguaje. Eso, más que convertirme en un niño, me exige a ser un adulto sumamente prolijo, consciente de saber qué quito y qué es lo poco que dejo. Eso poco que dejo es la esencia de esa novela, de ese poemario o de ese libro de cuentos. 

-¿Cuál es la situación actual de la literatura en el Perú?

Hay una timidez en la literatura peruana, si se la compara con lo que se  hace en otros países del continente como Chile, Argentina o Colombia. Tiene que ver uno con la conservadurización que hay en las escuelas cada vez más derechistas y más religiosas. Tiene que ver con el conservadurismo de nuestra sociedad. Hay temas que son de urgencia ser tratados en la literatura, pero hay temor en las escuelas. Es una literatura que todavía no se atreve a crecer, no hablo en términos de edad, sino en términos de conciencia cívica. 

-La literatura peruana ha perdido su condición de rebelde?

En gran medida sí. Por ejemplo, la literatura infantil y juvenil, más que un género, se ha convertido en una industria. Lo que más se vendía en la pandemia era literatura infantil gracias a las editoriales. Tengo una buena relación con las editoriales, pero soy una piedra en el zapato para ellas, porque a mí me gusta meterme siempre en temas que incomodan a la sociedad o al tercio de los compradores de libros que son las Fuerzas Armadas, los colegios religiosos. Cuando te metes con esos representantes de poder, tu situación queda fragilizada. Y como es casi una industria, muchos han terminado seducidos por lo comercial y no por la identidad artística, por esa necesidad estética de la literatura infantil. La literatura te debe hacer convulsionar, exaltar, conmover; esa es una propiedad del arte. 

-Enrique Congrains, uno de los narradores más importantes de la generación del 50, estuvo mucho tiempo en las escuelas

Él estaba en las escuelas y se metía a los hogares. Tocaba las puertas en los pueblos jóvenes y vendía sus libros de puerta en puerta y es una manera, casi una juglaría, de volver al medioevo, para que el que lee tu literatura conozca al autor. Congrains no solo era un solo era un escritor vivo, sino vital. Hacía una literatura que no correspondía a su sector social, porque él metía sus narices en sectores populares y los conocía. Él es el antecedente más adelantado de la generación del 50. 

-Antes que Ribeyro, incluso

Incluso

-Lo que quise decir en mi anterior pregunta es que Congrains era leído en la escuela hasta hace algunos años. No sé si hoy los escolares lo siguen leyendo. 

Yo creo que no. Una vez hubo una frase aterradora que me dijo una editora y me quedé de una sola pieza. Yo estaba promocionando a un autor que acababa de fallecer y ella me resondró diciendo: “Ya no insistas con él, porque un autor muerto a la editorial no le sirve». 

Congrains tiene varios años de muerto y no ha tenido seguidores que lo sostengan, como sí ocurre en el caso de Ribeyro, que se ha convertido en un ícono. El caso de Congrains está todavía lejos de convertirse en un escritor indispensable, que lo es. 

-¿Es un olvido injusto?

Sí, pero la cadena de escritores que no son reconocidos es larga. Temo mucho que eso vaya a ocurrir con Oswaldo Reynoso, por ejemplo. Otro escritor que me parece multidimensional, que metió sus narices en el periodismo, en la narrativa breve, en la crónica, en el ensayo, es Sebastián Salazar Bondy. De esa generación hay varios escritores. Y si vamos más atrás también hay varios escritores que son olvidados hoy. Un escritor para niños, que es una figura fundacional en la literatura infantil  y que también está medio olvidado, es Francisco Izquierdo Ríos. Son escritores de una gran vitalidad y una gran potencia. Esta literatura tiene la fortaleza que han perdido hoy los escritores, porque muchos no son escritores de raza, son escritores de pasaje. No son un Congrains, que dedicó su vida a la literatura, que vivió para promocionar la literatura, que creó una editorial. Él o Salazar Bondy dedicaron su vida al oficio noble de la enseñanza y a otro oficio más secreto y noble como la escritura. 

¿Cómo es Jorge Eslava cuando escribe?

Intratable. Me aíslo, viajo mucho, suelo estar fuera de casa, procuro trabajar fuera de casa. Tenía un pequeño estudio que lo vendí. En la época en que estoy escribiendo, casi todo lo que circula alrededor de mí tiene que ver con lo que estoy escribiendo. Tengo jornadas muy largas de trabajo y escribo en tiempos muy breves. Una novela me puede tomar de 4 a 5 semanas. Sí, porque estoy, semanas previas, pensando en la historia, leo, veo cine, tomo notas. Cuando me siento a escribir es casi como una ráfaga o como un arrebato creativo. En estas cinco semanas procuro tener la menor cantidad de contacto con la gente y hago deporte todos los días.

-Y nunca en su vida ha usado redes sociales ni teléfono celular.

No uso. 

-¿Mantiene esa decisión?

Estoy invicto, aunque mi hija me ha abierto un Instagram para promocionar un curso que iba a dictar a docentes y que ya empezó. Le estoy pidiendo que lo cierre y ella está empeñada en que continúe. Pero yo personalmente nunca he visto un Facebook, un WP. 

-Es increíble que un escritor como usted, en un mercado tan competitivo, no use las redes sociales. 

Pero eso me permite tener el privilegio de la privacidad. Mucha gente dice qué difícil es hablar contigo. No, es facilísimo hablar conmigo. Hasta el año pasado me ubicaban en la Universidad de Lima. Tenía un teléfono fijo, que ya no existe hoy, pero tengo un correo que siempre contesto. Lo tengo como una norma de cortesía. Nunca dejo de contestar un correo. Nunca dejo de contestar el teléfono. Ya las redes me parecen hasta invasivas. 

-¿Qué papel ha jugado la crónica periodística en su carrera como escritor?

Importante, porque cuando terminé de escribir Navajas en el paladar (1995) me convertí en un limeño burgués, de clase media, que conocía como nadie los escondrijos de Lima cuando estaba más delirante, sucia y peligrosa que nunca, porque trabajé con niños de la calle, con pirañitas. Inmediatamente después de escribir Navajas, estuve colaborando para un medio con crónicas callejeras durante un tiempo. Trato de acercar mucho los relatos a una realidad, y por eso siento que siempre detrás de ese escritor hay un cronista. 

-Por su acercamiento con la realidad…

Exactamente, porque tiene un anclaje con la realidad y que trabaja con un estilo capaz de seducir y hacer creer al lector que en esa realidad, además de existir, uno quisiera participar en ella. 

-¿Qué cronista peruano incluye en la lista de los más importantes?

Valdelomar en primer lugar. Tiene una famosa crónica en la que entrevista al Señor de los Milagros. En esa época había buenos cronistas, con buena prosa. Me gustan las crónicas de Ribeyro, de Villanueva Chang, las crónicas deportivas del Vecco. Me gusta Sergio Galarza. Tiene dureza para escribir. Me gusta muchísimo un libro, que me parece clave en el periodismo peruano, que es Gato Encerrado, de Fernando Ampuero. Hay crónicas extraordinarias ahí. La crónica de la niña prostituta en la Parada me parece una crónica insuperable. 

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