“Los ciudadanos no denuncian casos de extorsión, no hay denuncias por extorsión, la gente no denuncia”, resuena con constante lamento en las palabras del jefe policial de La Libertad, el general Augusto Ríos Tiravanti, cuando se enfrenta a los cuestionamientos de la prensa que le pregunta sobre los abrumadores casos de extorsión, algunos incluso marcados por atentados con explosivos, de las cuales son víctimas desde un bodeguero hasta grandes empresarios en Trujillo.
Estas expresiones podrían parecer como el eco de una queja que se repite incansablemente, una suerte de melodía monótona en medio de una sinfonía de crimen y desasosiego. Pero, ¿puede ser esta queja la solución a una problemática tan arraigada?
¿Se imaginan a Benedicto Jiménez encerrado en las cuatro paredes de su oficina, tomando café y fumando su cigarro, aguardando que alguien toque su puerta para señalar al genocida terrorista para recién acabar con sus atrocidades?
Esta afirmación es tan ineficaz como esperar que el sol se oculte tras el horizonte sin ninguna acción que lo sustente. Es como si los integrantes del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la Dirección Contra el Terrorismo se hubieran quedado de brazos cruzados a esperar que alguien se acerque a denunciar a Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso, para recién capturarlo. ¿Se imaginan a Benedicto Jiménez encerrado en las cuatro paredes de su oficina, tomando café y fumando su cigarro, aguardando que alguien toque su puerta para señalar al genocida terrorista para recién acabar con sus atrocidades?
Es un hecho que el actual Comando Policial de La Libertad parece desentenderse de la magnitud que estas organizaciones criminales han alcanzado en Trujillo. Pero, ¿qué lleva a los ciudadanos a callar frente a las extorsiones? El miedo a las represalias emerge como un lóbrego espectro, alimentado por las amenazas veladas de los extorsionadores, quienes tejen una red de terror que silencia las potenciales voces de la denuncia. Y luego, la sombra de la desconfianza se cierne sobre la Policía, como un oscuro manto que envuelve cualquier esperanza de justicia.
¿Qué hacer, entonces? En su simplicidad radica su potencia. Aplicar las técnicas que el Grupo GEIN utilizó: Observación, Vigilancia y Seguimiento (OVISE). Más allá de las quejas, más allá de las palabras vacías, es hora de abrazar una acción enérgica y efectiva. Quejarse de los ciudadanos no ayuda en nada, sino más bien permite a que las organizaciones criminales se salgan con su gusto y actúen a sus anchas, tal como lo están haciendo.
El miedo a las represalias emerge como un lóbrego espectro, alimentado por las amenazas veladas de los extorsionadores, quienes tejen una red de terror que silencia las potenciales voces de la denuncia.
En Trujillo, hay cinco grupos de inteligencia de la PNP que tranquilamente -claro está con un liderazgo audaz- pueden amalgamar sus fuerzas para encarar de frente a objetivos precisos. Aplicando el OVISE, una técnica arraigada en los cimientos del conocimiento policial, trazarán un sendero que lleva no sólo a la detención, sino a la investigación previa. Esto bajo la gran premisa que es mejor investigar para detener y no detener para recién investigar.
Quejarse no tiene cabida en el manual de técnicas de investigación policial; es hora de que el lamento sea suplantando por la valentía y la destreza de aquellos que están en la primera línea de acción de la justicia.
SOBRE EL RASTRO no se solidariza con las opiniones de nuestros columnistas