creatividad y arte Luis Eduardo García El Lecto oculto

Creatividad: lo profano y lo sagrado, una columna de Luis Eduardo García

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Una acepción del verbo crear dice: “producir algo de la nada”; y otra: “establecer, fundar, introducir por vez primera algo; hacerlo nacer o darle vida, en sentido figurado”. En general, todos los seres humanos creamos; es decir, somos creativos.1

El mundo moderno ha popularizado el concepto y la acción de crear; mejor dicho, lo ha banalizado y comercializado quitándole lo que podríamos llamar su aspecto mítico, por no decir sagrado. La creación ya no es ahora exclusiva de los artistas. En realidad, “producir algo de la nada” o “darle vida a algo” es un asunto al que todos, supuestamente, podemos acceder y dominar. La creatividad forma parte de los planes de estudios universitarios y es parte del perfil de los profesionales. Ser creativo hoy es sinónimo de éxito.

Pero no es de esa creatividad de la que queremos hablar, sino de la que nace de la siguiente pregunta: ¿crear es un raptus “divino” o un proceso interior en el que se combina, con dosis salomónicas, la inspiración y la dedicación? Osho afirma que la creatividad es un estado de la conciencia paradójico y dual: en la superficie, sucede una gran acción (crear); y en lo profundo: un aislamiento total. Lao Tse llama a este estado de la conciencia wei-wu-wei: “una acción a través de la inacción”. Crear, dice el maestro chino, es como inhalar y exhalar. Cuando sucede lo primero, el todo entra en el ser individual; y cuando sucede lo segundo, el individuo se diluye en el todo. ¿Están los seres humanos de estos tiempos lo suficientemente preparados para equilibrar la acción con el aislamiento o alcanzar un estado de conciencia que sea capaz de darle vida a lo inerte? Tanto para Osho como para Lao Tse, el estado de la creatividad sería estar en armonía con la naturaleza o sintonizado con la vida y el universo.

En un momento determinado de la historia la creatividad perdió su componente moral y sagrado. Antes, los creadores se dirigían a seres humanos con necesidades naturales, ahora se dirigen a seres humanos con necesidades artificiales; en otras palabras, a consumidores, a seres dispuestos a gastar y a endeudarse a partir de mundos artificialmente creados (realidades intersubjetivas, dice Harari). Este es, digamos, el lado profano y moderno de la creación. En realidad, la creación puede estar al servicio de lo noble o de lo ruin, todo depende de qué objetivo persiga y a quién se dirija. La publicidad puede ser, por ejemplo, comercial o social, mentirosa o realista. Lo mismo pasa con otras profesiones que dependen enteramente de la creatividad:  ¿a dónde dirigirán su creatividad?

Los resultados que logra la creatividad auténtica no son homogéneos, pero sí reconocibles.  Pongamos el caso del Concierto Para Piano Nº 23 de Mozart. A unos los deprime, a otros los aflige y a otros más los alegra o conmueve hasta las lágrimas. Un spot publicitario, en cambio, tienen muy pocas posibilidades de no ser homogéneo en sus efectos. Casi todos  los que perciban su mensaje reaccionarán más o menos de la misma manera, pues lo que se busca es un efecto inmediato y único: vender.

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SOBRE EL RASTRO no se solidariza con las opiniones de nuestros columnistas

  1. Suplemento Enfoque del diario La Industria de Trujillo, 7 de febrero del 2018. ↩︎
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