Este hombre vino de abajo. Creció en medio de una familia humilde. Este hombre se esforzó mucho por salir adelante. Este hombre formó su propio partido político con la esperanza de llegar a ser Presidente de la República.
Sus adhesiones las ganó a punta de populismo, entregando dádivas a la gente. Cuando saboreó el poder no quiso dejarlo y cada vez quería tener más autoridad.
Este hombre fue Hugo Chávez y dejó a su país en medio de una profunda crisis política y económica de la que hasta hoy no ha podido salir.
Comparar no es bueno pero queda claro que la política no debe reducirse al clientelismo.
Tal vez los rasgos más símiles en este implícito paralelo los podríamos encontrar en lo dicho por quien fue siquiatra de Chávez Frías: “Él necesita ser admirado, esa es la parte de su narcisismo, necesita ser reconocido… En eso no es humilde, es soberbio. Él necesita ser atendido, admirado, idolatrado incluso”.
O en lo que dijo su exasesor Luis Miquilena: “Es un hombre que no se resiste a los adulantes, y esa es una debilidad terrible”.
Basta revisar la historia de este u otros caudillos en el mundo para darnos cuenta que su visión se reduce al dinero y al poder. Comprar todo, dominar todo. No aceptar discrepancias y rodearse de aduladores.
Si eso no es suficiente, inventar un “enemigo del pueblo”, victimizarse y autoproclamarse el defensor.
Podríamos seguir haciendo absurdas comparaciones con una selectiva relación de virtudes o defectos y encontrar semejanzas entre personajes inimaginables, pero es solo un capricho para reforzar ciertas ideas.
Lo que deben dejarnos como lección estos intentos por parecerse o diferenciarse de alguien es que no importa de dónde venga y adonde llegó, cuánto regala y cuantas lealtades siembra en el camino, lo que realmente importa es que el líder convenza con sus ideas, fidelice con el ejemplo y que sea el modelo de persona que quisiéramos para nuestros hijos.
Se dice que para conocer verdaderamente a un hombre hay que darle poder. Los trujillanos ya sabemos a quién le hemos dado un poco de poder, o tal vez mucho. Es hora de evaluar.
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