Cada 1 de noviembre, en el Día de Todos los Santos, decenas de personas con ramos de flores sin amarrar, franelas de colores y botellones llenos de agua caminan en fila india para subir hasta las faldas desérticas de un cerro que delimita los distritos trujillanos de El Porvenir y Laredo, en la región La Libertad, para visitar a aquel familiar o amigo que se adelantó en la partida.
Lo conocen como el cementerio “La vida no vale nada”, y fue bautizado así porque dicen que allí llegan los que nadie recuerda, los que a nadie importa, los que la pobreza y miseria ha castigado tanto que es imposible tener siquiera un entierro digno.
El costo por ser enterrado en esas faldas áridas de este cerro, en la cuarta etapa del sector Víctor Raúl, es apenas las gotas de sudor de los familiares para cavar el hueco donde finalmente reposarán los restos sin vida del familiar o amigo.
CREACIÓN
Fue creado hace cerca de 30 años, pero no tiene cerco, ni un letrero que anuncie la proximidad de un campo santo, solo las cruces sirven de señal que estamos llegando a un cementerio. Los vecinos dicen que allí solo se va de día, porque de noche es peligroso, podrías ser víctima de delincuentes que recorren el lugar para drogarse a sus anchas o encontrar alguna víctima desprevenida y enterrarla allí mismo, sin que nadie se dé cuenta. Alrededor de 3500 personas habría enterradas allí, entre el polvo y el olvido.
LLUVIAS
Las últimas lluvias intensas producidas por el Fenómeno de El Niño y el ciclón Yaku también han afectado esta parte árida, y muchas tumbas han sido sepultadas por los deslizamientos, por eso los familiares han tenido que volver a cavar para encontrar la ubicación de sus familiares.
Hoy, muchas de las tumbas luces limpias y familiares hacen plegarias por el descanso de los suyos hasta el próximo año, cuando vuelvan a subir por estas desérticas áreas cargados de flores sin amarrar, franelas de colores y botellones de agua.