Investigación exhaustiva, sin encubrimientos, tras la muerte de Liz Esquivel [Opinión]

La medicina es una de las profesiones más nobles y humanas que existen. Sin duda, solo podemos estar agradecidos con quienes dedican su tiempo a mantener la salud y a salvar la vida de los demás. Sin embargo, como sociedad debemos ser enérgicos contra aquellos profesionales que en el ejercicio de la medicina cometen errores o, en el peor de los casos, negligencias.

El viernes 19 de diciembre, Liz Brigette Esquivel Palacios, una trabajadora del BCP, murió en la sala de operaciones de la clínica Prosalud, en Trujillo. Ella pagó 16 mil soles para practicarse una cirugía estética que terminó con su vida. Deja dos hijos, una de 19 y otro de 17 años, y muchos sueños por cumplir. 

La operó el médico cirujano Ítalo Silva, quien no es un inexperto. De hecho es jefe del servicio de cirugía plástica del hospital de Essalud Víctor Lazarte, uno de los más importantes de Trujillo. Silva era muy reconocido y buscado para este tipo de intervenciones. 

La operación que le practicó a Liz era un procedimiento privado. Para eso, alquiló la sala de operaciones de la clínica prosalud, cuyo representante legal es Victor Pelayo Vásquez Vásquez, según los registros de Susalud.

Tras la muerte de Liz, el médico Silva y la anestesióloga quedaron detenidos para las investigaciones de la policía y del Ministerio Público. Además, el cadáver fue trasladado hasta la Morgue Central de Trujillo para la necropsia.

Aunque los resultados no se han conocido de manera oficial, la abogada de la familia ha informado que el colapso del pulmón izquierdo asociado a la operación es lo que mató a Liz. 

Con esta información cobra fuerza la sospecha de una presunta negligencia médica, lo que tendrá que ser probado por el Ministerio Público. Si bien nada le devolverá la vida a esta madre ni le dará suficiente consuelo a la familia, sí es muy importante que, como sociedad, exijamos una investigación exhaustiva y justa, y que se impida cualquier intento de encubrir responsabilidades en este caso. 

Es cierto que ningún médico ingresa a una sala de operaciones con la intención de acabar con la vida de una persona; sin embargo, realizar este tipo de procedimientos implica no solo tener conocimiento y experiencia –que seguramente el médico Silva las tenía–, sino también asumir cada operación, por más rutinaria que sea, con enorme responsabilidad. 

No podemos afirmar que este sea el caso, pero lamentablemente en los últimos años se han conocido incontables situaciones de médicos que ponen sus intereses económicos por encima de la seguridad y salud de sus pacientes o que realizarán operaciones de escándalo, como amputar una pierna equivocada, no dar asistencia a pacientes de manera oportuna y tantos otros ejemplos.  Algo parecido está pasando con muchas clínicas que se olvidan de que su negocio gira en torno a lo más preciado que tiene el ser humano: su vida. 

Luego de esta tragedia muchas personas han salido a  defender al médico Silva y contaron que él las operó con éxito y destacan su profesionalismo. Seguramente que así es. Por supuesto, nadie está exento de cometer un error, tampoco los médicos, pero en la medicina equivocarse tiene un alto costo. Esperamos que las investigaciones esclarezcan este caso y que no se encubra a nadie. Si se determina que el médico Silva y su colega cometieron una praxis negligente, tendrán que asumir las consecuencias legales. Nadie está –o mejor dicho– nadie debería estar por encima de la ley.