El calor es infernal. Son las 2.30 de la tarde en el distrito de El Porvenir, en Trujillo. La calle está inundada de lodo todavía fangoso. Afuera de las casas, hay colchones, sillones, artefactos eléctricos y gente desgastando la mirada en el desastre –su propio desastre–.
La noche anterior, el huaico de la quebrada San Ildefonso, uno de los más destructivos del norte del país, transformó el lugar en un cauce de lodo y piedras ¡Qué terror habrá vivido toda esa gente! Inimaginable para alguien que solo va a observar, registrar e intentar ayudar. Qué terror debe ser escuchar cómo pasa un río por tu casa y ver que rompe las puertas y las ventanas, inundando o sepultando todo. Qué terror debe ser vivir eso a oscuras mientras pones a salvo a tu familia en el techo, bajo una lluvia torrencial.
Hasta ahora, en todo el Perú el desastre ha dejado 50 muertos, más de 8 mil damnificados, 48 heridos y más de 2.800 viviendas afectadas (entre destruidas e inhabitables). Todo esto según las cifras oficiales que recientemente dio la presidenta Dina Boluarte. Sin embargo, en la realidad, aún hay cientos o miles de familias con el lodo hasta la cintura que no han sido registradas en los padrones estatales y no han recibido carpas, alimentos, agua o frazadas ni maquinaria que les ayude a desenlodar sus casas.
Tras el paso del ciclón Yaku, el Ministerio Público debe iniciar prontas investigaciones contra los alcaldes, los gobernadores y contra los ministros de la presidenta Boluarte, por presunta omisión de funciones. Los expertos venían pronosticando algunas semanas atrás la alta probabilidad de intensas lluvias, la activación de quebradas y el desborde de ríos. El 23 de febrero, el Senamhi lanzó una alerta de “fenómenos meteorológicos de gran magnitud”. ¿El Niño Costero? No se dan las condiciones, decían, pero alertaban que algo extraño pasaba en el mar.
El 2 de marzo, preocupados por lo podía suceder en los siguientes días, SOBRE EL RASTRO entrevistó al biológo pesquero de la Universidad Nacional de Trujillo, Carlos Bocanegra. Él, 5 días antes de que el Senamhi confirmara la formación del ciclón Yaku y 8 días antes de que se activarán las quebradas en Trujillo, dijo con tono de alerta: «¡De producirse esto y todo indica que va a ocurrir [las fuertes lluvias], estas aguas van a discurrir nuevamente por la plaza de armas […] Yo a las autoridades ya no me quiero dirigir, no hay nada de prevención. Yo quiero dirigirme a la población para que se organicen por cuadras, por barrios, por urbanizaciones, para que la desgracia no sea más grande de lo que se espera».
Ese mismo 2 de marzo, con una serenidad envidiable y desacreditando el tono de alerta de Bocanegra, el jefe del Indeci en La Libertad, Hipólito Cruchaga, confirmó que iban a haber lluvias, pero que si los alcaldes ponían sacos y canalizaban el agua la afectación iba a ser «mínima», no como en el 2017, recordó. ¿Qué acciones de prevención se han tomado?, le preguntaron los periodistas. El funcionario respondió: Convocar a los alcaldes para informarles de la situación y para que elaboren sus mapas de peligro, para que formulen sus planes de lluvias, para que capaciten a sus brigadistas, para que compren sacos y arena, etc. ¿Recién? ¿No sabemos por dónde cae el huaico? ¿No deberíamos tener brigadistas capacitados ya? ¿No deberíamos tener sacos y arena listos para distribuirlos durante el verano?
El 7 de marzo el Senamhi confirmó la formación del ciclón Yaku frente al mar peruano y advirtió de intensas lluvias desde Tumbes hasta Lima. Dos días después, el 9 de marzo, el Gobierno declaró en emergencia a Tumbes, Piura, Cajamarca, Lambayeque, La Libertad y Áncash. Con esta cronología, debemos preguntar lo lógico: ¿Cuántos plásticos entregaron antes de las lluvias para proteger los techos más frágiles? ¿Cuántos costales con arena facilitaron en los barrios que siempre se afectan por los huaicos? ¿Cuántos días u horas antes alertó a la gente para que tome acciones de emergencia como construir muros en los frontis de sus casas y así protegerse de los ríos de lodo?
El huaico en Trujillo cayó alrededor de las 11 de la noche, minutos después de una torrencial lluvia que inundó en pocos minutos las calles. Casi todos se enteraron de la activación de la quebrada San Ildefonso cuando el huaico ya estaba encima de la ciudad. ¿De verdad no era previsible? ¿De verdad no se pudo exagerar un poco en la alerta, días antes, para que la gente se prepare? Conociendo la experiencia del 2017, cuando Trujillo se quedó varios días sin agua potable como ahora, ¿no se pudo advertir a la población para que, por precaución, acopie agua y pueda soportar mejor las primeras horas de una eventual emergencia que finalmente ocurrió?
Ya es hora de que la justicia procese a todas las autoridades que no cumplen con hacer operativa la prevención. No es posible que la misma desgracia nos ocurra una y otra vez, y que nadie asuma responsabilidades. No podemos meter a la cárcel a Yaku por todo el daño, pero sí a los que no actuaron para reducir los efectos del ciclón. Si no los procesamos hoy, los que elegimos para administrar los millonarios fondos públicos del país seguirán presentándose después de cada desgracia cíclica con carpas, frazadas y alimentos para atenuar sus propias culpas. Si no los procesamos hoy, volverá a pasar con el Niño Costero, ya anunciado para abril y junio. Advertidos estamos.
SOBRE EL RASTRO no se solidariza con las opiniones de nuestros columnistas